LUIS BUÑUEL

El otro 11-09

Este director de cine español me viene a la memoria por su película “Los discretos encantos de la burguesía” vista en salas de cine
por allá en 1972. Marcó un hito porque desnudó entre chiste y broma, todas aquellas debilidades, gustos estrafalarios y ridiculeces que alimentan el “modus vivendi” de ciertos sectores de la sociedad que se denominan genéricamente “el establecimiento”. Y lo traigo a colación porque una clase política con escasos referentes morales y éticos, que reconocemos como “la gente de bien”, ha colocado en la picota pública al señor presidente.

El escándalo que involucra al hijo y al hermano de Gustavo Petro, no deja de ser grave por sus implicaciones para la legitimidad del mandatario y para la gobernabilidad del país que atraviesa una crisis sin precedentes. Pero siguiendo el libreto de Buñuel, lo que hasta hace unos meses podría ser una “tragedia familiar” o una simple andanada periodística de la oposición, hoy es maliciosamente
exponenciado hasta los límites de contención de los códigos y normas de comportamiento. Incluso algunos panelistas de medios ya posan de psiquiatras para calificar la conducta paterna del mandatario. No se trata de tapar ni de guardar silencio; se trata simplemente de la objetividad responsable de la libertad de prensa.

El “adanismo” es una alteración psicológica de hacer creer que antes de la realización de la obra de esa persona, nadie había hecho nada, pero si lo aplicamos a la situación referida, se tipifica una especie de “adanismo punitivo” que consiste en achacarle todos los males del país al nuevo gobernante, simplemente por no representar los intereses del “establecimiento”.

Los intereses del “establecimiento”. En la “Historia de Colombia y sus Oligarquías”, Antonio Caballero nos recrea sobre ciertos momentos críticos que parecen cómicos, con protagonistas que vivieron entre las mieles del poder desde chiquitos, como decían las abuelitas. Contra el olvido, traigamos perlas como La Handel y La Libertad, o el presidente que prefirió los buñuelos a resistir un golpe de Estado, otro que rompía espejos en Palacio, uno más que zambulleron en una piscina por irrespetuoso, “Fadul y Peñalosa”,
el 8 mil, Odebrecht y Centros Poblados; mejor dicho, serían más de 6402 casos por referir de estos doscientos años de ocultamientos, falacias y mentiras. Entre tantos inquisidores y tan pocos jueces, ¿quién tira la primera piedra?

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